En sus primeros años, la escuadra italiana vestía un uniforme completamente blanco, un color muy típico de la época y de muchos otros equipos, al ser lo más económico y fácil de confeccionar, debido a la escasez de color, de difícil y costosa obtención. Pero pronto cambiaría su color en la camiseta por un azul celeste, que se oscurecería coincidiendo con la celebración del segundo Mundial de fútbol celebrado en 1934 en Italia.